Del libro de la Sabiduría 7, 7-10.

Por eso supliqué a Dios, y me concedió Prudencia; le pedí espíritu de Sabiduría y me lo dio. La preferí a los cetros y los tronos; en comparación con ella, tuve en nada la riqueza. Ninguna piedra preciosa me pareció igual a ella, pues frente a ella todo el oro es como un puñado de arena, y la plata vale tanto como el barro. La amé más que a la salud y la belleza; la preferí a la luz del día, porque su brillo no se apaga.

sábado, 24 de abril de 2010

Un santo…


En 1459 Pio II enumeró a Alberto entre los santos doctores de la Iglesia. Fue beatificado por Gregorio XV en 1622 y canonizado por Pio XI el 16 de diciembre de 1931. Pio XII en 1941 lo declaró patrono de los que se dedican a las ciencias naturales. Brilló en sumo grado por sus escritos y enseñanzas y resplandeció aun más por la integridad de vida y por su celo pastoral. Tenía una extraordinaria piedad hacia el sacramento de la Eucaristía y para con la Virgen, madre de Dios, la cual, según la tradición, lo confortó para perseverar en el propósito de la vocación y el estudio. Dejó escritas obras de teología y de otras ciencias, mereciendo ser llamado “Magno” y “Doctor Universal”. Ataca el error previniéndolo y afrontándolo. Busca la síntesis de todos los conocimientos, incluidos los provenientes del paganismo. Busca la verdad de todas las ciencias humanas y divinas. Él creó con otros cuatro frailes la planificación de los estudios de la Orden de Predicadores.

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