Del libro de la Sabiduría 7, 7-10.

Por eso supliqué a Dios, y me concedió Prudencia; le pedí espíritu de Sabiduría y me lo dio. La preferí a los cetros y los tronos; en comparación con ella, tuve en nada la riqueza. Ninguna piedra preciosa me pareció igual a ella, pues frente a ella todo el oro es como un puñado de arena, y la plata vale tanto como el barro. La amé más que a la salud y la belleza; la preferí a la luz del día, porque su brillo no se apaga.

domingo, 25 de abril de 2010

De los comentarios al Evangelio de Mateo de San Alberto Magno.




Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad. (sal 15,6) Dijo el Señor a Aarón:… yo soy tu porción y tu heredad entre los israelitas. (Nm 18,20) Sara, la mujer de mi señor, envejecida ya, dio a luz un hijo a mi señor, que le ha cedido todo cuanto posee. (Gn 24, 36)


Sara, que significa princesa, simboliza la Iglesia: el hijo del gozo eterno, flor y heredero, es aquel a quien por medio de la Iglesia Dios Padre engendra por gracia en la tardía edad de los últimos tiempos. A él le ha dado también en herencia todas las cosas que ya había poseído, porque dándose a sí mismo, dona todas las cosas que son suyas. Dios no tiene reparo en llamarse su Dios (Hb 11, 16) el Señor es mi lote, me digo y espero en él. (Lm 3, 24) Estos son, pues, los indicios del acto de paternidad en aquellos a quien el Padre sumo engendra por gracia.



Por propia iniciativa, con Palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de sus criaturas, (St 1, 18) pues con ello esculpió en nosotros la impronta de su naturaleza y, por consiguiente, su conocimiento. Efectivamente, todo cuanto conocemos, lo conocemos por su impronta, y su conocimiento, que él mismo produce en nuestras almas. Por el conocimiento viene la fe que nos abre los ojos hacia el Padre; de la unión brota la caridad, que fija la mirada en el Padre; del amor que él nos tiene, nace la esperanza que nos hace levantar los ojos hacia él para pedirle cosas sublimes: pues no podemos contentarnos con cosas pequeñas, cuando esperamos en la ternura del Padre. Por eso, justamente, lo llamamos “Padre.”
Y no puede por menos de ser dulce y familiar la oración que se inicia por quien es el familiar por autonomasia. Por lo cual en lo expuesto anteriormente se dice que está con nosotros y que nos ve en lo oculto porque es familiar y amable; pues de otro modo no tendríamos acceso a él. (Ef 2, 18) Y por eso el Unigénito, por cuyo Espíritu somos adoptados, se dice que está en el seno del Padre. (Rm 8, 12; Jn 1, 18)

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